He realizado la adaptación del cuento de los Hermanos
Grimm para niños de 8 – 9 años.
TODA CLASE DE PIELES
Érase una vez un rey y una reina que vivían en un
castillo en lo alto de la montaña. Ansiaban ser padres y al cabo de un tiempo
tuvieron una princesita linda como su madre, aunque al principio el rey quería
un varón, lo cierto es que enloqueció de alegría cuando tuvo a la pequeña Irene
en sus brazos. Pero no todo había ido bien en el parto, unas fiebres se
apoderaron de la reina y los doctores poco pudieron hacer por ella, viéndose
sin fuerzas para seguir viviendo la reina llamó a su marido y le dijo:
Esto que te entrego se lo darás a nuestra hija Irene
cuando sea mayor y com prenda su significado, se sentirá amada y protegida.
Le entregó una cadena con tres pequeñas figuras de oro,
una flor de azahar regalo del rey al enterarse del embarazo de la reina, un pez
que era el recuerdo del horóscopo de la princesa y un anillo de agua marina,
como el color de los ojos de su hija.
Pocos
días después la reina falleció.
El
reino estaba desolado por la gran perdida, el rey no encontraba consuelo, por
eso sus consejeros trataban por todos los medios de entretenerle, organizaban
bailes, cacerías…
Mientras,
la princesa crecía arropada por las nodrizas y su padre, consiguieron que fuera
una niña feliz. Tenía el carácter abierto y dicharachero de su madre, a la vez
era muy tenaz.
En la
comarca vecina había un rey empeñado en casarse con Irene y su padre aceptó la unión
de su hija con el rey Federico.
Enterada
Irene no quería bajo ningún concepto casarse con Federico, buscó la manera de
ganar tiempo. Pidió como condición a la boda tres vestidos:
Uno hecho
de zafiros con todos los tonos azules del cielo después de la lluvia,
Otro hecho
de rubís para que su color rojo fuera como una puesta de sol,
El
tercero con esmeraldas para que su color verde fuera como los prados del
castillo donde había sido tan feliz.
Pensaba
que este encargo sería imposible de lograr y así no se vería obligada a aceptar
una boda que no quería.
El
rey mandó buscar por el mundo las piedras preciosas, no resultaría fácil, pero pasados
los meses empezaron a llegar al castillo las joyas para confeccionar los
vestidos, los sastres pronto los tuvieron confeccionados. Cuando Irene vio que
la condición de los vestidos se había cumplido, fue al rey y le pidió un abrigo
con un pedacito de toda la clase de pieles de todos los animales. El rey un
poco molesto accedió y envió a sus cazadores a conseguir las pieles de los
animales para confeccionar el abrigo, pasaron muchos meses y las pieles iban
llegando al castillo, por fin el abrigo estuvo terminado.
Viendo
que no había vuelta atrás y que tendría que casase, Irene planeó escapar del
castillo.
Con
mucha cautela preparó las cosas que se iba a llevar consigo: los tres vestidos,
la cadena con los colgantes que le había dejado su madre y el abrigo de toda
clase de pieles.
Aprovechó
una noche y huyó camuflada entre los enseres de un carro. Por el día se escondía
en los huecos de los arboles y las cuevas del bosque y por las noches corría y corría
queriendo llegar muy lejos y que no la encontraran los soldados que seguro la
estaban buscando.
Desde que huyó apenas había comido más que algún fruto y
alguna raíz, estaba sucia y delgada.
Un día
unos cazadores la encontraron tiritando de frio al lado de un árbol, aunque
intentaron saber quien era y de donde venia, ella no soltó prenda. La llevaron
a un castillo cercano, allí intentaron asearla y ponerla ropa limpia, pero ella
se retorció y opuso tal resistencia que así la dejaron. Pasaría a ser ayudante
del cocinero, a este no le hizo mucha gracia pero poco a poco fue cogiéndola cariño.
Irene
seguía escondiendo su verdadera identidad vistiendo ropas humildes y llevando
el abrigo protector.
Había
pasado mucho tiempo desde que salió de su hogar, era poco más que una niña y se
había convertido en una bella joven.
En el
castillo se iba a celebrar un gran baile que duraría tres noches y que serviría
para que el joven rey Pedro encontrara esposa.
Cuando
Pedro pasaba por la cocina, Irene le miraba con ojos tiernos, pues se había ido
enamorando pero para él era una cocinera andrajosa cubierta con un abrigo
extraño.
Como ella
quería a toda costa acudir al baile, terminó sus faenas y con el permiso del
cocinero subió a su habitación y se arregló para la ocasión. Llegó ataviada con
su vestido color azul, con todos los tonos azules del cielo después de la
lluvia, al llegar todas las cabezas se volvieron y Pedro se abrió paso para
sacarla a bailar, era la joven más bella que él había conocido, bailaron un par
de veces ya que Pedro se debía a todas las jóvenes asistentes, y al terminar el
baile, la joven desapareció.
Irene
llegó corriendo a la cocina donde volvió a ser la andrajosa ayudante y cubierta
por su abrigo cocinó y subió una taza de caldo a la habitación de Pedro, en la
puerta antes de entrar, dejó caer en el cuenco la pequeña flor de oro que
llevaba colgando en su cadena. Cuando Pedro bebió el caldo vio que en el fondo
del cuenco había una pequeña flor de oro.
¡Qué
cosa más rara!, pensó el joven y sin dar más importancia al asunto se durmió.
A la
noche siguiente se repitió la historia, Irene cameló al cocinero para que la
dejara ir al baile, llegó bellísima con el vestido verde de esmeraldas del color
de los prados.
Pedro
volvió a bailar con ella, cuando intentaba saber algo de ella, ésta le
respondía con evasivas, no quería dejar de bailar con ella pero eran muchas las
jóvenes que esperaban su turno. Él intuía que ella era una princesa, por la
forma de bailar, los vestidos de joyas que llevaba, pero al igual que en la
primera noche cuando terminó el baile la joven del vestido de esmeraldas,
desapareció.
Llegó
Irene corriendo a la cocina a tiempo de cocinar el caldo para Pedro y se lo
llevó a su habitación, esta vez dejó caer en el cuenco el colgante en forma de pez.
Cuando Pedro lo encontró no supo que pensar; aunque indagó, el misterio
continuaba.
La
tercera noche el cocinero un poco enfadado no quería dejar ir a Irene al baile,
ésta le decía:
Déjame
ir que es la última noche. Y cariñosa le camelaba, hasta que logró el permiso
para acudir.
Irene
apareció con un vestido de rubís con el color rojo de la puesta de sol, Pedro
como en las noches anteriores bailó con ella y aprovechando la cercanía colocó
suavemente y sin que ella se diera cuenta un anillo en el dedo de Irene.
Al
acabar el baile la joven desapareció como todas las noches, llegó a la cocina a
tiempo de cocinar el caldo a Pedro, por el pasillo dejo caer el anillo de su
cadena en el caldo.
Cuando llegó con la bandeja Pedro ya estaba en la habitación,
le dijo:
Espera
un momento que me tomo el caldo y te llevas la bandeja.
Al
beber vio que en el fondo del cuenco había un anillo, se levantó, cogió de la
mano a Irene y le dijo:
Tú serás
mi esposa, no niegues con la cabeza, no me engañas, bajo este abrigo se que
eres tú, en tu dedo llevas el anillo que coloque mientras bailábamos, sé que
los colgantes del cuenco me los ponías tu.
Irene
estaba radiante, Pedro había quedado prendado de ella. Irene le contó toda su
vida y como había tenido que salir huyendo del castillo, el juró que la
defendería de todos y de todo.
Poco
tiempo después todo el reino celebró la boda.
Cambios realizados en la
adaptación:
- El
motivo de la huida del núcleo familiar, hablar del incesto no lo veo apropiado
para esta edad.
-Pongo
nombre a los personajes, aunque en esta edad ya no es tan necesario, he preferido
hacerlo para que los niños se ubiquen mejor y tengan mayor claridad.
-He
añadido el personaje de Pedro, como figura destacada al ser el futuro marido.
Aspectos respetados en la adaptación:
-Hija
feliz en familia estructurada.
-Muerte
de la madre.
-Hija
que huye del núcleo familiar.
-Vestidos,
colgantes y abrigo que se lleva consigo.
-Amor
entre los jóvenes.
-Boda
real.
He
intentado utilizar un vocabulario directo y sencillo, con frases no demasiado
largas y algunos diálogos, así podrán seguir el relato con mayor facilidad.
A los
niños de esta edad les gustan las historias en las que ocurren situaciones que
les mantienen enganchados hasta el final. Tocan el tema de las aventuras y la
fantasía. Son capaces de sacar deducciones y suelen identificarse con alguno de
los personajes.
La
narración de cuentos folclóricos ayuda a despertar en los niños el placer de escuchar
relatos y a sumergirse en la lectura a la vez que estimula su imaginación.